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Hay que aceptarlo: la vivienda en Colombia está cara y subirá aún más

Por: LAURA CHARRY
SUB-EDITORA DE ECONOMÍA Y NEGOCIOS
PORTAFOLIO

Como se vende más rápido de lo que se construye, los inmuebles seguirán subiendo, explican expertos. Familias deben decidir si ahorran más para endeudarse menos o compran ya en estratos más bajos.

Con la esperanza de que una baja en los precios de la vivienda les permitiría comprar un apartamento más grande del que tienen ahora, a un precio más razonable, los Rodríguez llevan tres años aplazando su compra, que cada día se vuelve más urgente pues la familia creció y los 60 metros cuadrados en que empezaron su vida en pareja, ahora deben ser compartidos con dos pequeños.

Pero los precios no ceden y, por el contrario, suben incluso más rápido que el costo de vida y, por ende, más rápido que los ajustes salariales de la mayoría de colombianos. En el primer trimestre de este año la vivienda usada subió 9,8 por ciento anual, según un índice que lleva el Banco de la República, mientras que la inflación en ese momento no superaba el 2 por ciento.

Para la vivienda nueva sólo hay cifras hasta el primer trimestre del 2009, cuando se encareció, según el Dane, 12,84 por ciento a nivel nacional y 17,09 por ciento en el área metropolitana de Bucaramanga.

Si bien, para los Rodríguez el alza de la vivienda implica una valorización de su apartamento, si lo venden para pagar la cuota inicial de uno más grande (de entre 90 y 100 metros), les falta la mitad de la plata, pues en el estrato 4 de Bogotá, donde vive esta familia, el metro cuadrado oscila entre 1,8 y 2 millones de pesos en unidades usadas, y entre 2,5 y 2,8 millones en las nuevas. Esta familia puede conseguir crédito para el faltante, pues sus ingresos están en los 5 millones de pesos que se exigen para un préstamo de 100 millones a 15 años y a eso se suma que las tasas de interés hipotecarias están bajando. Sin embargo, como tienen más obligaciones temen meterse en una cuota muy alta y vivir a ras.

En el nivel de 1996
Gloria Bonilla, presidenta de la Cámara de Propiedad Raíz, también piensa que la vivienda está cara, y eso se lo atribuye a que los precios alcanzaron su pico en 1996, luego cayeron con la crisis de finales de los años 90, y hoy regresan al nivel de hace 14 años.

"Los precios seguirán subiendo, pero más lento porque la inflación también va más lenta y como los constructores están acabando los inventarios, la oferta va más despacio que la demanda y eso sube el valor", aclara.
Una percepción similar tienen en BBVA Research, la unidad de investigaciones del banco del mismo nombre, pues prevén que los precios no van a bajar, por cuanto se vende más rápido de lo que se construye y eso hace que no hayan existencias que puedan abaratar los inmuebles.

A ahorrar más
Con las lecciones de la debacle del Upac, hoy existen límites para los préstamos hipotecarios y, máximo, se puede pedir prestado el 70 por ciento del valor de la vivienda y la cuota mensual no puede superar el 30 por ciento de los ingresos. Esto, impide sobreendeudamientos y que se repita el drama de las daciones en pago. Y como las viviendas se han encarecido, los hogares hacen más esfuerzos para conseguir lo de la cuota inicial.

María Mercedes Cuéllar, presidente de Asobancaria, opina que el tema de precios está relacionado con las preferencias de los compradores y agrega que "muchos prefieren no comprar, a salirse del lugar o del estrato en el que quieren vivir". No obstante, acepta que los precios en ciudades como Bogotá están afectados porque no hay tierra para construir. Sandra Forero, gerente de Camacol Bogotá, dice que las encuestas de su gremio revelan que sólo para el 8 por ciento de los hogares bogotanos los precios son un factor decisivo para dejar de comprar vivienda. "Lo más importante es la disponibilidad de recursos para la cuota inicial, y las dificultades en la financiación", dice la experta.

Así las cosas, y ya que a futuro no bajarán los precios, los Rodríguez tienen tres opciones: no dejar su apartamento, ahorrar más para evitar un endeudamiento alto o atender el consejo de Gloria Bonilla, de la Cámara de la Propiedad Raíz: "bajarse de estrato para obtener más espacio, pues la diferencia entre estrato 3 y 4 son los acabados".

Cada vez hay más inversionistas
A diferencia de los precios de la vivienda para compra, los de alquiler han subido menos, porque existe en el país un elevado número de unidades para este propósito.

En el Bbva atribuyen esa situación a que cada vez hay más personas que compran como inversión. Mientras en el 2008, 15 por ciento de las compras de inmuebles se realizaron con esa perspectiva, en el 2009 fue el 30 por ciento. Históricamente, la compra de vivienda para inversión se ha concentrado en los estratos altos, pero esa práctica ha aumentado en estratos medios, y es otra razón que explica la alta demanda por las viviendas de estratos 3 y 4, que además tienen atractivo en el costo de los servicios públicos.

Descartan burbuja de precios
Uno de los temores derivados de un aumento en los precios de la vivienda, es que se pueda crear una burbuja de precios. Pero, lo descartan constructores y banqueros. "El gran déficit que hay por vivienda en rangos medios y de interés social hace que su crecimiento no tenga problema. En estratos 5 y 6 el nivel de nuevos proyectos ha bajado en forma significativa. Aprendimos de la crisis del 98-99; los constructores cambiaron sus modelos para la elaboración de proyectos y los deudores casi en 80 por ciento tienen créditos con tasas fijas", dice Efraín Forero, presidente de Davivienda.

LAURA CHARRY SUBEDITORA DE ECONOMÍA Y NEGOCIOS
PORTAFOLIO


Las mejores inversiones de los últimos 50 años

Si usted hubiese invertido 4 millones de pesos hace 30 años en un local en Unicentro Bogotá, hoy tendría unos 4.000 millones de pesos en su patrimonio.


Eso sin contar la renta que le habría producido en los últimos 25 años que, por ese local de 80 metros, hoy puede ser de unos 32 millones de pesos mensuales.



Esos 4 millones representan unos 100 millones de hoy y son el ejemplo más representativo que la finca raíz se perfila como el mejor negocio a mediano y largo plazo y que es un disparador del patrimonio cuando se aplica una buena dosis de instinto y algo de paciencia.

Otro ejemplo está en Santa Ana, que dejó de ser hacienda en 1955 cuando Tomás Rueda decidió fraccionarla y venderla en ‘pequeños’ lotes con servicios. Esos lotes, vendidos por el abuelo de ex candidato presidencial Rafael Pardo, hoy cuentan con 600 ó 700 metros y contienen las mansiones más costosas dentro del perímetro urbano de Bogotá.



Allí, un lote que hace 60 años se vendió en 234 pesos por metro cuadrado (25.000 a precios de hoy) puede costar alrededor de 2 millones de pesos por metro pero la construcción puede representar 2.000 millones de pesos adicionales.



Claro, en los 60, las familias que decidieron invertir lo hicieron porque buscaban un escape a la congestión vehicular y a la contaminación que desde ese entonces hacía de las suyas con la Bogotá de entonces; es decir, un fenómeno parecido a lo que es hoy San Simón o Yerbabuena en las afueras de La Capital o Llano Grande, en Medellín.


Pero Roma no se hizo en un día



Si estos ejemplos parecen increíbles, también hay que recordar que la paciencia y la constancia fueron fundamentales para lograr estos ‘hit’ inmobiliarios.



Por ejemplo, el constructor Pedro Gómez tuvo serios inconvenientes para vender Unicentro en sus inicios pues –en primer lugar- el centro comercial más grande del país estaba bastante lejos del último centro urbano de La Capital en un momento donde pocos contaban con carro particular.



Adicionalmente, la venta del local estaba condicionada a un estricto orden que se les daba a los sectores. Entonces, si al interesado le gustaba la ubicación pero su negocio no era el destinado a la zona pues no lo podía adquirir; claro, esto se replanteó posteriormente y se le dio un equilibrio a la necesidad de tener orden comercial frente a las necesidades de los compradores y arrendatarios.

Este detalle, que hoy parece obvio, fue todo un cambio cultural y sirvió para que la ciudad entendiera la diferencia que hay entre un bazar (donde todo está mezclado) y el éxito en ventas de un centro comercial metropolitano pues en ese momento, lo que se vendía como ‘pan caliente’ eran los pasajes con varios locales pequeños.

Luego de vender los locales, los propietarios debieron tener varios años de paciencia mientras la infraestructura vial creció y con ella se disparó la venta de apartamentos en sectores residenciales como Santa Bárbara, La Carolina, Multicentro y sus alrededores.

Algo similar les sucedió a quienes comercializaban las manzanas para que los constructores las desarrollaran en Ciudad Salitre pues, al ver que en esa gran extensión de terreno dividida por vías sólo funcionaba el Terminal de Transporte, nadie se animaba a adquirirlas hasta que el Fondo Nacional de Ahorro apoyó la iniciativa gubernamental con los créditos para los empleados públicos y se les dieron amplias facilidades de pago a los desarrolladores de proyectos.

Hoy es casi anecdótico pensar que la comunidad protestó al ver que se hacían vías dentro de terrenos que nadie habitaba mientras el resto de la malla vial de Bogotá estaba en muy malas condiciones.

Fuente: 
Revista Propiedades&Remodelacion






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