La primera Maestría en Urbanismo de todo el sur
occidente colombiano acaba de surgir. Las circunstancias de la sociedad actual
requieren que, además de emitir diplomas, sea capaz de contribuir a transformar
el modelo de ciudad.
El desorden
urbanístico, el crecimiento irracional y los asentamientos informales han
cobrado gran protagonismo durante las últimas décadas en la ciudad de Cali. A
pesar de que la Ley 388 de 1997 introdujo la planificación territorial en
nuestro país y en el año 2000 se formuló el primer Plan de Ordenamiento
Territorial del Municipio de Cali; la desidia hacia la planificación ha sido la
principal característica de diversas administraciones locales durante los
últimos 10 años.
En este caótico
escenario, la Universidad del Valle, a través de la Escuela de Arquitectura,
acaba de anunciar su nuevo programa de Maestría en Arquitectura y Urbanismo (MAU);
noticia que carecería de importancia alguna si no fuera porque se trata del
primer programa de formación avanzada e investigación en estos dos campos no
solo en la ciudad de Cali, sino en todo el sur occidente colombiano. Dado el
contexto, resulta necesario plantear las siguientes preguntas: ¿Cuáles son los
retos del nuevo programa y de la academia frente al desarrollo de la ciudad?
¿Cómo lograr que la docencia de alto nivel y la investigación aplicada generada
desde la academia tengan influencia real en la toma de decisiones por parte del
gobierno local en temas de desarrollo urbano?
El bien conocido ‘Cali-banismo’,
reinterpretado como la nociva práctica local en la que cualquier individuo o
grupo con una iniciativa loable puede ser rápidamente devorado por algunos de
sus coterráneos, fue el primero en pronunciarse al respecto. Sus más acérrimos
practicantes, quienes si bien son pocos se destacan por incisivos, no han
tardado en comentar que más que celebrar un logro lo que hay que exigir es una
disculpa de la academia por lo que se dejó de hacer durante tanto tiempo. Así,
argumentan que es lamentable que en la flamante ciudad capital de una de las
regiones que conforman el ‘triangulo de
oro’ de la economía colombiana, dicho programa solo surja hasta ahora, y
aún más cuando su primera Escuela de Arquitectura, entonces Facultad, apareció
hace más de medio siglo.
Al margen de tales
posturas que poco aportan a la mejora de la situación actual, cabe anotar que
resulta destacable la iniciativa de un grupo de docentes que, rompiendo la
inercia institucional de tantos años, lograron sacar adelante dicha propuesta
académico-investigativa para la ciudad y la región. Y si bien es cierto que
llega, como mínimo, una década tarde, ahora lo hace en un momento más que
oportuno. Por otra parte, es difícil establecer cuál hubiera sido su efecto de
haberse formulado dos décadas atrás, pues ante alcaldías autistas no hay
academia que pueda influenciar decisión alguna, como bien lo sustentan los
recientes hechos en diversas ciudades del país. Por ello, y sumado a que en
Cali la academia ha seguido cómodamente ensimismada al interior de sus
murallas, ésta difícilmente habría podido evitar que se cometieran tantas
atrocidades urbanísticas en la ciudad.
En estos tiempos en
los que, dado el inocultable caos, los temas urbanos recobran la relevancia que
nunca han debido perder, un programa de formación e investigación en este campo
representa una gran oportunidad que supera con creces el limitado papel de
formar expertos e investigadores y emitir diplomas. El gran reto en la llamada
sociedad del conocimiento es aprovechar el potencial de dichos programas para
generar espacios constructivos de discusión ciudadana, de colaboración efectiva
con el gobierno local y de búsqueda de soluciones a los principales problemas
urbanos. Las universidades líderes a nivel mundial se precian de mantener una
fuerte relación con las instituciones locales y nacionales, de tener una alta
capacidad de atraer inversión en investigación, de proponer soluciones a
problemas reales del contexto local y regional y de difundir tal conocimiento
promoviendo la discusión en diversos entornos de participación ciudadana. Todo
ello canalizado a través de programas de formación e investigación avanzada,
con el respaldo administrativo de sus departamentos académicos y el soporte de
potentes grupos de investigación.
Tal reto no puede
afrontarse sin dos elementos fundamentales. El primero, la determinación por
parte de la academia de traspasar las murallas que la aíslan de los ciudadanos
y tender puentes con diversas instituciones locales. El segundo, una decidida
voluntad política por parte del gobierno local para generar espacios de
colaboración con la academia y de discusión ciudadana.
La Universidad del Valle es la tercera
universidad con mayor producción investigativa del país (Colciencias, 2010) y, de lejos, la primera en la región, a
consecuencia de ello la Escuela de
Arquitectura cuenta con tres grupos de investigación reconocidos por
Colciencias con el potencial suficiente para convertirse en centros lideres de
investigación urbano-regional: Centro de Investigación en Territorio
Construcción y Espacio CITCE, Arquitectura y Urbanismo Contemporáneos, y
Hábitat y Desarrollo Sustentable. Además, el programa de maestría contará con
algunos de los docentes más experimentados en temas urbanos, y algunos otros
que engrosan la nueva generación de urbanistas que empujan con fuerza para
posicionar esta disciplina en la región.
Los anteriores
atributos son más que suficientes para asumir los retos que demanda la sociedad
actual, con lo cual no hay excusas para eludir tal responsabilidad social en
una ciudad como Cali. No está de más recordar que es en esta ciudad donde se
están invirtiendo unos 900.000 millones de pesos en un controversial paquete de
obras de infraestructura financiado mediante contribución por valorización, sin
ninguna planificación previa. Muestra de ello es que, digan lo que digan, la
obligatoria revisión decenal del Plan de Ordenamiento Territorial ya cumplirá
dos años de mora y, además, la ciudad continua sin un real Plan de Movilidad
Urbana ya que el actual solo existe en la imaginación de la administración
local que, sin ruborizarse, decretó un escueto documento de solo cuarenta y dos
páginas como tal. Por suerte, parece que por fin ha llegado el urbanismo a
Cali.
* Consultor e
Investigador en Movilidad y Urbanismo.
PhD (c) Estudios
Urbanos, Universidad de Cambridge.
www.carlosagonzalez.org
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